La Iglesia Católica y el Gobierno suman tensión. La Conferencia Episcopal Argentina (CEA) criticó la iniciativa sobre la Interrupción Voluntaria del Embarazo que será debatida el próximo 29 de diciembre. Crece la pelea por los votos en el Senado. La carta completa de Navidad, sazonada.
Crece la tensión a pocos días para la votación en el Senado. El aborto es el centro de la pelea. Esta vez, la Iglesia lanzó un derechazo al Gobierno en la carta de Navidad: "Para quienes esperan empezar un año mejor, esta agenda legislativa no les trae esperanzas". El texto completo. Foto: Télam
El centro de la tensión es el aborto.
Se agrava conforme se acercan los días para debatir y votar el proyecto de Interrupción Voluntaria del Embarazo, en el Senado, el 29 de diciembre.
En primer lugar la Iglesia Católica no había solicitado la tradicional audiencia de fin de año con el Gobierno. Y aunque se dijo que los canales de diálogo siguen abiertos, es inevitable que no aumente la tensión con la carta de Navidad que recién publicó la cúpula eclesiástica.
"En estas últimas semanas el panorama se ha ennegrecido: la opción política pasó a ser una incomprensible urgencia, una febril obsesión por instaurar el aborto en Argentina, como si tuviera algo que ver con los padecimientos, los temores y las preocupaciones de la mayor parte de los argentinos.".
Es parte de lo que dice el texto.
Si bien, lleva por título "¿Por qué no renovar la esperanza?", se deja al desnudo el malestar de la Iglesia contra el Gobierno por priorizar el aborto por encima de otras cuestiones sanitarias y sociales.
A pocos días del tratamiento del proyecto en el Senado, el Gobierno minimizó el primer desplante de la reunión, pero ahora falta ver qué dirá de la dura carta de Navidad en la que tampoco se saludó al Presidente, Alberto Fernández.
La carta completa
"En un año difícil como el que vamos terminando, queremos ayudar a fortalecer la
esperanza. Dios ilumina el corazón humano con una luz siempre nueva que ayuda a
encontrar el sentido de la vida. Del pesebre de Belén emerge con fuerza la imagen de
una familia que acoge el don de Dios y lo entrega al mundo con generosidad.
Cuando se acerca la Navidad, ¿Quién no experimenta un deseo de paz, de sosiego, de
encuentro fraterno?
En la pequeñez de ese Jesús del pesebre descubrimos el gran amor
de nuestro Padre del cielo que nunca nos suelta de la mano, y en su humilde pobreza
encontramos un mensaje de solidaridad, esperanza y fraternidad.
La Navidad nos coloca
frente a un Dios que ama al ser humano, más allá de todo, un Dios que elige la cercanía,
la unión, el encuentro con cada uno.
Por eso esta fiesta también nos hace pensar en la dignidad de cada vida, nos recuerda
cuánto vale un ser humano.
El Papa Francisco quiso insistirnos en este punto en su
última encíclica, de modo que la pandemia no nos deje iguales sino que nos vuelva más
apasionados para defender toda vida: la vida de un anciano, de un discapacitado, de un
enfermo, de un niño por nacer.
Así, este tiempo se convierte en un fuerte llamado a la solidaridad, al cuidado mutuo, a
ser capaces de ponernos al hombro las penas de los demás.
La solidaridad, enseña
Francisco, “es pensar y actuar en términos de comunidad... También es luchar contra
las causas estructurales de la pobreza, la desigualdad, la falta de trabajo, de tierra y de
vivienda, la negación de los derechos sociales y laborales… Entendida en su sentido más
hondo, es un modo de hacer historia” (FT 116).
Que la pandemia no nos impida imaginar y soñar un país más humano y fraterno.
Francisco nos recuerda que una sociedad de hermanos acompaña a todos “para que
puedan dar lo mejor de sí, aunque su rendimiento no sea el mejor, aunque vayan lento,
aunque su eficiencia sea poco destacada» (FT 110).
Cuando se convierte en solidaridad, la fraternidad es más que una idea romántica, y Jesús vino a recordarnos: “Todos ustedes
son hermanos” (Mt 23,8).
Esta Navidad nos encuentra en un momento histórico donde necesitamos una ardua
reconstrucción: de las fuentes de trabajo, de la educación, de las instituciones, de los
lazos fraternos. Muchas cosas se han roto y necesitan ser sanadas.
Es momento de
agradecer al pueblo argentino su paciencia, su cooperación, su resistencia.
Sin embargo, en estas últimas semanas el panorama se ha ennegrecido: la opción política
pasó a ser una incomprensible urgencia, una febril obsesión por instaurar el aborto en
Argentina, como si tuviera algo que ver con los padecimientos, los temores y las
preocupaciones de la mayor parte de los argentinos.
Otra cosa sería defender los
derechos humanos de los débiles de tal manera que no se los neguemos aunque no hayan
nacido.
Para quienes esperan empezar un año mejor, esta agenda legislativa no les trae
esperanzas.
Hay miles de cuestiones sanitarias y sociales a resolver, que requieren toda
nuestra atención: desde los problemas de la vacunación hasta la cantidad de personas
muy enfermas que este año no han recibido adecuada atención médica, pasando por las
mujeres que sufren violencia o no tienen un trabajo digno. Pero lo que se les ofrece en
este momento duro e incierto es el aborto, y eso es un golpe a la esperanza.
No obstante, confiamos en el bien que habita en el pueblo, en esa tierra fértil que son
los corazones de los argentinos, capaces de elegir la vida y la fraternidad más allá de
todo. Y los creyentes confiamos en Dios, fuente infinita de esperanza, porque él nos
dice: “Me invocará, y yo le responderé. Con él estaré en la angustia y lo libraré” (Sal
91:15).
Confiando en ese amor seguimos caminando, porque, como nos dice Francisco,
“la esperanza es audaz, sabe mirar más allá de la comodidad personal, de las pequeñas
seguridades y compensaciones que estrechan el horizonte, para abrirse a grandes ideales
que hacen la vida más bella y digna. Caminemos en esperanza” (FT 55).
Abrazamos con todo cariño a cada argentina y a cada argentino. Pedimos que Jesús,
María y José se hagan presentes en los hogares, para que podamos empezar un año
mejor".