
Esta es la historia de un migrante. Sí, para algunos puede parecer que todas son iguales, pero para quienes la viven, cada kilómetro, cada día, y cada capítulo es diferente. La de Yang Álvarez comenzó luego de ser detenido por protestar en contra del régimen de Nicolás Maduro. Llegó a la Argentina y ahora cura enfermos de coronavirus con las herramientas de su país, tratando de resolver con lo que hay, y lo que no, como buen médico formado en lo que él llama "una zona de guerra", Venezuela.

Yang ahora trabaja en primera línea enfrentando la pandemia en Argentina. Foto: Cortesía

Yang Álvarez durante las protestas en Venezuela. 2017. Foto: Cortesía.

Yang con su equipo de trabajo. Los considera parte de su familia. Foto: Cortesía

En otra protesta, en 217, contra el régimen de Nicolás Maduro. Los requerimientos del sector Salud se sumaban a los reclamos del país. Foto: Cortesía
Los primeros planes eran
venirse de vacaciones a la Argentina, pero 15 días antes un hecho cambió todo:
Fue detenido en una protesta en contra del régimen de Nicolás Maduro.
Las del 2017.
"Me detuvieron en una protesta y ya no era seguro
seguir en Venezuela", cuenta Yang Álvarez Pereira, médico.
Aún recuerda el día exacto en el que estuvo en la
comisaría: 26 de julio de 2017.
Fue en Coro, estado Falcón, ahí lo detuvieron. Ahí
también nació.
Estuvo un solo día apresado, “¡Gracias a Dios!”, exclama
mientras termina el cuento: “Mis vecinos se activaron para exigir mi liberación
en la comisaría”.
Sin duda, tuvo más suerte que otros venezolanos, que al igual que él, salieron a protestar y todavía algunos no han salido de la celda para contarlo.
Pero esas 24 horas en una comisaría y no en un consultorio
médico -para lo que estudió- bastaron y así se embarcó en un viaje que lo
llevó 4.992 kilómetros lejos de casa.
Llegó a Buenos Aires. Todavía era 2017.
Durante un año trabajó en lo que generalmente trabajan
los migrantes: “En todo”.
De curar, pasó a vender productos en un kiosko. Y así pasó por otros negocios, hasta que por fin logró convalidar su título y la historia cambió. Aunque no del todo, porque sigue muy lejos de su familia y de la playa, una de las cosas que más extraña.
Ahora Yang, trabaja en la guardia de adultos y en
emergencia, del Hospital Mariano y Luciano de la Vega, provincia de Buenos Aires.
Ahí está en primera línea frente al coronavirus, pero por
más trágica que sea la pandemia, no ha sido lo más difícil que ha tenido que
enfrentar como médico, Veamos por qué.
“Lo peor que me ha tocado vivir como médico ha sido en
Venezuela, la impotencia de ver a pacientes morir por no tener algo elemental,
eso causa bastante impacto y también fue una de las razones por las que emigré”.
Y continúa: “Es algo que nos ha fortalecido. Acá
nos preguntan cómo inventamos tanto, y es que nos formamos prácticamente en una
zona de guerra, donde teníamos que resolver sí o sí”.
Quizá, el hecho de prepararse en lo que él llama esa “zona
de guerra”, le ayudó a su primera tarea frente al coronavirus. En esa guardia
atendieron de un solo golpe a 15 pacientes.
Yang cuenta: “Estábamos nerviosos porque no sabíamos a
qué nos enfrentábamos. Estábamos en plena capacitación para aprender a usar el
equipo de protección y conocer cómo era la transmisión. Tuvimos que atender a
15 pacientes sospechosos de coronavirus, a raíz de una fiesta de 15 años”.
Se trató de un caso muy sonado en la Argentina. Sí, el de
los infectados a raíz que un joven que había viajado al exterior, quien no cumplió la
cuarentena e infectó a varios miembros de su familia por asistir a un festejo.
El abuelo murió.
De esos pacientes y de otros tantos que han pasado por el hospital donde trabaja Yang, ha aprendido la fragilidad que tenemos como humanos.
Desde entonces sigue aprendiendo de sus pacientes ahora en su mayoría argentinos, y aunque ha cambiado de país, y de consultorio, hay otras cosas que siguen intactas: en cualquier momento de miedo, así como cuando lo detuvieron o como cuando debe ingresar al área covid-19, se encomienda a Dios y a la virgen de Guadalupe, su Morenita.