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Actualmente no existen pruebas objetivas y definitivas para el diagnóstico de esta enfermedad neurodegenerativa. Los médicos recurren a evaluar los síntomas pero pueden confundirse con otras patologías.
ELIZABETH MAIER
El Parkinson (EP) es una enfermedad neurodegenerativa que se manifiesta comúnmente con trastornos del movimiento. Aunque se trata de la segunda enfermedad neurodegenerativa más frecuente después del Alzheimer, no hay un biomarcador fiable para su diagnóstico. Pero una reciente investigación promete revertir esta dificultad.
Actualmente la EP se confirma al excluir otras condiciones con síntomas similares, o si la persona responde de forma positiva a los medicamentos.
Cuando un paciente acude al neurólogo por sospechas de Parkinson, el profesional hace un análisis clínico en el que el paciente debe contar con, al menos, dos de tres indicadores. A saber, estos son: lentitud, temblores y rigidez.
La enfermedad es de progreso lento, y por eso la detección temprana es clave para mejorar la calidad de vida y atrasar los síntomas.
Para identificarla en las etapas iniciales, la reciente investigación que halló un biomarcador en el líquido cefalorraquídeo puede llegar a ser revolucionaria.
La investigación
La reciente investigación demostró el hallazgo de un biomarcador exclusivo de Parkinson. Allí se demuestra que sólo los pacientes con esta enfermedad, y no con otras del tipo neurodegenerativas como el Alzheimer, tienen altas concentraciones de fragmento GPR37 en el líquido cefalorraquídeo.
El estudio publicado en la revista Translational Neurodegeneration fue dirigido por el doctor Francisco Ciruela, del Instituto de Investigación Biomédica de Bellvitge (IDIBELL) y de la Facultad de Medicina y Ciencias de la Salud de la Universidad de Barcelona (UB).
El biomarcador sería un fragmento de un receptor acoplado a la proteína G (GPR37) presente en las neuronas. El experto puso en relieve el descubrimiento ya que:
El GPR37 no tiene una función neuronal reconocida. Es, como lo denominan los especialistas, un receptor huérfano.
Sin embargo, podría estar jugando un papel en la señalización celular y, por tanto, podría ser una potencial diana terapéutica para la enfermedad de Parkinson.
Las conclusiones científicas son prometedoras y podrían representar una revolución en el diagnóstico y tratamiento del Parkinson. No obstante, deben validarse en una población más amplia. Ciruela reflexiona que el estudio:
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